Cuento policial en base a sueño

 Silencio ahogado 


 No me quería dormir. Sentía que necesitaba estar despierto. Estar alerta. Sin embargo, algo dentro mío se apagó en contra de mi voluntad.


 Me transporté a la casa de mi infancia y todo estaba exactamente como lo habíamos dejado 10 años atrás. Las paredes gastadas parecían aún conservar los gritos, llantos y susurros de tiempo atrás. El reloj de pie enano todavía marcaba la hora de la tragedia.


 Recorrí la casa como oportunidad para poder descifrar de una vez aquello sucedido el martes 3 de julio del 2013. Busqué en todos los rincones algo que me aclarara todas mis dudas pero no encontré más que un espejo roto tirado en el cuarto de mi papá. 


 Corrí hacia mi mamá en busca de tranquilidad y respuestas pero solo encontré su silueta en la cocina. Parecía estar cocinando una sopa. Tomó unas zanahorias e intentó rebanarlas con un cuchillo herrumbrado. Interrumpí su tarea para preguntarle qué estaba sucediendo. Se giró lentamente manteniendo los ojos fijos en nuestro perro negro que comenzaba a hacer ruidos raros desde el patio. No parecía ella. Con sus ojos desorbitados y rostro pálido comenzó a articular palabras sin sentido. Entre las incoherencias logré distinguir una macabra oración: "No despertarás hasta que no entre el agua a tu cuerpo”.


 Corrí hasta que se me entumecieron las piernas. Mi cuerpo comenzó a perder sensibilidad. 

Me encontré en el mundo de la vigilia repentinamente sobre los fragmentos de periódicos que habíamos conservado toda la década. En ellos aparecían las últimas fotos que le tomamos con vida durante nuestra excursión a las Cataratas del Iguazú, antes de que los gritos de "¡Cuidado!" nos sumieran en un ensordecedor y eterno silencio.


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