Cuento sobre sueño: "Mis vidas ajenas"


 Por naturaleza el humano en distintas ocasiones desea poder tener la perspectiva de otra persona para entender sus acciones. Saber por qué hizo lo que hizo. Yo pude. Al menos por las 6 horas y 32 minutos que dormí, pude.


 Recuerdo poder cambiar de cuerpo como quien elige otro personaje en un juego multijugador de PC. Cambiaba de aspecto y cualidades. Podía hacer cosas que con el cuerpo de hace unas horas no podía y sabía lo que esa persona había aprendido en su vida.


 Yo era pequeña. Actualmente, ante esta potencial fuente infinita de información, elegiría intercambiar mentes con algún personaje de relevancia académica, con algún prócer o alguien de otra época.  Era pequeña y mis ambiciones eran diferentes. Quería ver el mundo desde otros ojos. Pude verlo desde personas muy altas y desde la mirada de otras muy bajitas. Gente con montones de dinero, otros sin tanto. 


 Al principio era divertido, pero pronto comencé a aburrirme. Me llene la cabeza de historias irrelevantes sobre absurdas peleas familiares ajenas y estrés por asuntos que mi persona despierta no tendría. Extrañaba mi casa, mis cosas. Mientras más aprendía de otros, menos sabía de mí. 


 Me ví obligada a aprender todo sobre gente que no conocía lo suficiente para darme cuenta que no necesitaba saber más de ellos. Gente que solo ví en la calle un par de veces. Tenían vidas tan comunes como la mía, pero yo quería mi vida común a la que no podía volver; de la que no podía despertar.


 Me tomó 80 años (o 6 horas y 32 minutos) encontrar mi cuerpo para volver a él. Ya no era el que yo conocía. Me costó identificarlo como mío. Tenía arrugas y estaba rodeado de cuadros de fotos que se entendían como familiares, solo que yo no conocía a ninguna de las personas que los conformaba. Yo era todas las historias que mi cuerpo real nunca presenció. Sabía todas las historias que yo no viví. 


 Decidí no volver a él. Decidí no saber las cosas que me había perdido por saber retazos de las cosas que no me perdí de otras personas. No quería quedarme con el gusto del error. Decidí quedarme con la duda. 


 Me desperté en mi cuarto actual otra vez. Se sintió como el nuevo comienzo de una historia que ahora sí podría tener entera. 


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