Autobiografía

 


 Me parece pertinente comenzar mi autobiografía presentándome de la forma más simple. Soy Martina De Alba (sí, D y E juntas, espacio Alba con B larga, así como la duquesa De Alba. no tengo parentesco con ella, no).


 Podría escribir sobre mi día a día pero no creo que sea ni muy interesante ni me defina; me gusta creer que mi vida es más interesante que cumplir con horarios y correr para todos lados. Si no soy mi estado actual, no soy las cosas que hago, porque son variables que pueden y van a cambiar, ¿Soy mi pasado? ¿Soy las cosas que hice, las que estoy haciendo o las que voy a hacer?


 Soy mi miedo a perder a un ser querido, a las polillas. Soy mis canciones favoritas, esas películas que les recomiendo a todo el mundo, mis secretos y mis ganas de agarrar una flor cada vez que tengo alguna cerca. Soy mi pizarra de corcho llena de fotos y recuerdos al lado de mi máquina de coser que junta polvo en la esquina del mueble. Soy mis collares de la buena suerte. Soy mi familia conformada por las personas que van a estar siempre. Conformadas por las personas que están en un plano físico como mis papás Mario y Nancy y mi abuela Nelly y las personas que me aplauden todos mis logros y se ríen de todos mis chistes desde un plano astral al que se cree que van las personas cuando fallecen como mi tío Walter y mi abuelo Aldo.  

 Soy mis conversaciones externas pero por sobre todo las internas, donde cada tanto suelo debatir contra mi misma, dónde cada tanto ni yo me caigo tan bien.


 También considero que soy los libros que leo. Todas mis lecturas no escolares provienen de mi biblioteca. Es un rincón lleno de polvo y libros que nunca vi a mis papás leer. Para mí es un lugar mágico al que hay que ir sin buscar un texto en particular. Hay que dejarse encontrar por los textos particulares. Suelo pensar que alguien o algo cambia los libros diariamente a fin de permitirle a los libros que me encuentren en el momento adecuado.


 El Principito me supo encontrar múltiples veces. Es una narración corta del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry. La historia se centra en un pequeño príncipe que realiza una travesía por el universo. En este viaje descubre la extraña forma en que los adultos ven la vida y comprende el valor del amor y la amistad. Encontró una versión nueva de mí cada vez, dejándome sorprender por lo tanto que podía definir mi situación actual el cuento, como quien se ve definido semanalmente en el horóscopo de una revista de barrio. Me encontró y me dejó encontrar en él las frases más apropiadas en cada oportunidad. Me permitieron entender el libro mientras me entendía a mí. Dice mucho con pocas palabras e inocentes analogías.


 Así como el Principito, muchos autores y cantantes me permitieron pensar mis situaciones distintas a través de frases que escribieron pensando en lo que les pasaba a ellos. Me dieron distintas formas de pensar los eventos que lamenté y los que festejé. Me permitieron procesar los mejores recuerdos y los más tristes duelos. 


 Asimismo me pienso como los textos que escribo. No hay forma más honesta de descargo que la que reciben mis diarios más escondidos. Nadie los lee, ni siquiera yo. En ellos hay pensamientos y reflexiones que no compartí de esa manera con otras personas. No necesitan ser leídos, considero que algunos textos tienen como única función ser escritos.

 En cuanto a mis creaciones compartidas se encuentran mis más tiernas y vulnerables cartas de amor y mis anécdotas más largas narradas vía WhatsApp. Mis escrituras ficcionales también tienen retazos de mí. Estas no escapan aún de las consignas del ámbito educativo, espero que algún día lo hagan. 


Comienzo a pensar que no existe forma simple de escribir una autobiografía.


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